sábado, 1 de noviembre de 2014

La camisa masculina

Hacía tiempo quería tener en mi placard una camisa de hombre. No puedo robarle a mi novio porque tiene pocas - la mayoría, elegidas por mí, es difícil evitarlo - y no quería que su escaso stock se redujera por mi culpa. Me gusta verlo en camisa.

Así que recurrí a mi querida feria vintage de barrio (AlmaZen, Anchorena y Zelaya). Fue una búsqueda breve: la conseguí luego de haber revisado vestidos y carteras por inercia. Es blanca con finas líneas verticales: ni tan grande, ni demasiado ajustada. El talle perfecto, ese que da cuenta que es una prenda masculina pero que puede adaptarse al look femenino.

"¿Es para vos?", preguntó asombrado el dueño de la tienda. "Claro, la voy a usar con labios rojos", le contesté. "Sale 120, pero te la rebajo a 100", me dijo luego de su negativa al preguntarle si había más camisas en talles tan pequeños. Bárbaro, no sólo había conseguido lo que fui a buscar, sino que salió lo que hoy sale un par de aros en cualquier local.

Cuando finalmente la usé, la complementé con jeans azules, botas de gamuza negra y taco bajo y, por supuesto, labios rojos. Tal como le había prometido al dueño de la feria vintage. Les dejo mi foto con la camisa de 100 pesos y otras que me gustaron de la web.

Así es mi cara de dormida.


Un poco excesivo el sombrero, pero los tiradores me gustan mucho.


Con jeans negros, no falla.


Con falda para agregarle un toque femenino, aunque no hay nada más femenino que la camisa masculina.


Con florcitas también me gustan.


Minimalista y masculino: puro amor.


La patita.




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